El símbolo es un lenguaje de imágenes y emociónes basados en la condensación expresiva y precisa que habla de verdades transcendentes, exteriores al ser humano..
Carl Jung
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08 julio, 2010

COSMOGONIA MAYA DE LA CREACIÓN

En la cosmología mesoamericana, el hombre estaba integrado con el espacio, el tiempo y los dioses, en un universo jerárquicamente estratificado, incluso en su estructura material. Su idea base es considerar al mundo como un continuum cronoespacial, algo así como un periodo continuo medido cronometricamente por el espacio; unión tiempo y espacio, con una creencia de la repetición de soles o épocas que nacen y se destruyen hasta el presente, por un lapso temporal de 5.200 años. Es decir pensaban que el tiempo se desarrollaba cíclicamente en larguísimos eras, al final de cada cual el mundo era destruido para resurgir poco después de sus cenizas en una nueva era.
Los mayas imaginaban el Universo como un cuadrilátero sobre el cual se extendían las capas de los cielos, y bajo el cual se extendían las capas de los mundos inferiores.
Las capas de los cielos eran trece, y cada uno de esos estratos, en sus lados estaba sostenido por ceibas, el árbol sagrado de los Mayas; en el centro otra ceiba gigantesca llegaba hasta el primer cielo. Los trece cielos estaban asociados con los dioses del día, los "oxlahuntiRu". Estas trece capas estaban dispuestas como seis escalones que subían desde el horizonte oriental hasta la séptima el cenit, donde otros seis escalones bajaban al horizonte occidental. De modo semejante otros cuatro escalones bajaban desde el horizonte occidental hasta el nadir del mundo inferior, y de allí otros cuatro subían hasta el horizonte oriental. O sea que en realidad había sólo siete capas celestiales y cinco infernales. El sol seguía esta suerte de romboide escalonado en su diario viaje por el cielo y en su nocturno recorrido del mundo inferior para volver con el
alba a su punto de partida.
Contra esta estructura severamente geométrica, se alzaba exactamente en el centro de la tierra una gigantesca ceiba, el yaxché, árbol primero o “verde”. Sus raíces penetran en el mundo inferior; su tronco y sus ramas atraviesan las diversas capas de los cielos. Algunos mayas sostienen que por sus raíces subían al mundo sus ancestros y que por su tronco y ramas llegaban los muertos hasta el cielo más alto.
El eje vertical que enlazaba el cenit con el nadir atravesando el centro mismo del universo, era de suma importancia pues conectaba los diferentes niveles cósmicos y definía el punto de mayor sacralidad el lugar central, el ombligo del mundo, tierra de nadie con carácter enormemente ambiguo situada en la confluencia de todos los ejes, umbral por tanto de cualquiera de las regiones donde debió producirse el acto creador primordial y donde permanecía la carga de fuerzas o poder que hacía posible la perduración de la vida. Allí estaba plantado el árbol cósmico, la sagrada ceíba, el árbold de la vida.
El cielo más alto era la morada del creador original, el dios Ameteotl que en el concepto de estos pueblos era varón y hembra al mismo tiempo. El símbolo del cielo era la imagen de una serpiente de dos cabezas, que a las características de un reptil unía rasgos de ave, es decir unía la simbología de lo terreno de lo que repta, con lo divino, con lo que vuela. Sobre su cuerpo aparecían los símbolos del sol, de la luna, de las estrellas.