Y para hacer más gratos y reconfortantes estos días lluviosos de invierno, nada mejor que relatarles esta antiquisima leyenda griega, que por cierto, es muy similar al relato del diluvio universal citado por el génesis.
Las más ancestrales leyendas acerca de cuál sea el origen de los seres humanos explican que éstos surgieron de las piedras o de los árboles. No se sabe muy bien por qué, pero lo cierto es que un día nefasto, el poderoso Zeus se propuso destruir a los humanos y envió una lluvia torrencial sobre la tierra. Todo quedó anegado por las aguas, excepto la cima del idílico monte Parnaso. Aquí arribaría Deucalión luego de ”andar a la deriva” con la barca que Prometeo, su padre, le había aconsejado construir , el único hombre que se salvó de la ira del dios; estaba acompañado por su esposa, la bella Pirra. Ambos, en cuanto cesó el temporal, salieron para ofrecer sacrificios al rey del Olimpo, con el propósito de aplacar su ira. Zeus escuchó sus súplicas y les prometió que accedería a cualquiera de las peticiones que ambos le hicieran. Deucalión y Pirra le solicitaron que la vida en la tierra volviese a renacer, y así fue a partir de entonces. La fórmula para lograrlo se la dio el oráculo de Temis, al cual había acudido la pareja en demanda de ayuda. Allí se les dijo que arrojaran piedras recogidas de entre la tierra y, así, volverían a tener compañeros y compañeras; de cada piedra que tiró Deucalión nacería un hombre y de cada piedra que tiró Pirra nacería una mujer.
Pero existía otra versión que atribuía a Prometeo, padre de Deucalión , la creación de los mortales. Para ello se habría servido de un montón de arcilla, de la que, con maña e ingenio, conseguiría modelar la figura de un hombre. Para darle movilidad, acudiría a los auxilios de la diosa Palas Atenea que, por medio de un soplo cargado de energía deífica, infundiría el alma a lo que hasta entonces sólo podría calificarse de figura amorfa. Otra versión, en cambio, explica que Prometeo mismo fue quien insufló vida en la figura de barro que acababa de modelar; para ello se sirvió de un rayo que consiguió arrancar del carro del sol. Era muy notable la astucia de Prometeo, por lo que nunca se le podía pillar desprevenido, su propio nombre significa “el que prevé”. A causa del hecho reseñado, se le ha acusado a Prometeo de robar el fuego a los dioses entregándoselo a los hombres, por lo que, según el acuerdo tomado en una de las asambleas que los dioses celebraban en el Olimpo, debería ser castigado por el propio Zeus, dios supremo y superior.
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